G N.
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Escribo esta reseña desde el respeto y también desde el estupor.
Desarrollaré un contexto previo: tengo una perrita desde hace 10 años, y he vivido en varias provincias de España con ella.
Siempre he respetado las normas, e incluso me he auto impuesto algunas en aras de demostrar que desde el civismo, hay que integrar a los animales en nuestra sociedad porque este mundo es tan suyo como nuestro.
Jamás, repito, JAMÁS, he sentido el rechazo y la perrofobia que he sentido en este municipio. Yo, particularmente, que jamás he recibido, queja, apercibimiento ni por supuesto denuncia, en mi vida porque he sido y soy, una propietaria escrupulosamente respetuosa.
Comprendo que tengan, como en todas partes, una ordenanza que regule la tenencia de animales, pero no comprendo el excesivo celo en su cumplimiento por parte de su policía local.
Acepto, aunque no comparta, que los animales no puedan disfrutar jamás de la playa, ni tan siquiera en invierno cuando está vacía, pero no acepto ser observada como una presumible delincuente en cuanto su policía me ve en el paseo marítimo con mi perra.
He sido apercibida por sus agentes, porque mi animal, atado, ha cometido la terrible falta de pisar la arena a más de 300 metros de la orilla, al lado del camino de tierra paralelo al urbanizado.
Sin más explicaciones, ni atendiendo a razones, con un tajante "los perros no pueden estar en la playa" aunque mi perra no estaba jugando y corriendo en la playa como tanto le gusta.
Es curioso, que, si pasas tiempo en el paseo marítimo, verás pasar una y otra vez a la misma patrulla de policía local. Parece ser que su turno se concentra en la vigilancia de esa tranquila zona del municipio con el único propósito de hostigar a propietarios de perros. Recorrer una y otra vez el paseo marítimo.
Celebro enormemente que no haya nada más importante que atender día tras día en este municipio.
También es curioso, que, después de apercibir, supongo, en defensa de la higiene y la salubridad del municipio la misma patrulla vea a un padre con su hija, cruzarse a la arena, entre palmeras, desde un establecimiento, con aseos, para ponerla a hacer pipí y sin embargo, pase de largo. Vaya! el pipí de los niños es néctar de hada y el pipí de los perros es cicuta.
Y digo supongo, porque tras consultar las redes sociales del consistorio, asisto, estupefacta, a la cantidad de publicaciones periódicas en las que un pobre señor se dedica a recoger excrementos para proceder a la persecución del incívico dueño del perro, cosa que aplaudo, pero, en serio, tantas? este Ayuntamiento no tiene nada mejor de qué hablar? o este es el mejor logro del que se pueden jactar asiduamente? literalmente es un mérito de mi3rda.
Me faltan dos cosas que decir.
Como sigan exigiendo cosas que llevar cada vez que un@ salga de paseo con su perr@ vamos a necesitar una carreta.
Agua con lejía, bolsitas, bozal, chip, ADN, chapas, cartilla de vacunación, seguro... se os ocurre algo más? quizá un invisibilizador para que no tengáis ni que verlos? qué persecución, parece que fueran la causa de todos los males!
Y por último, visto el clima perrófobico en general, no sé si es contagio o es consigna oficial, pero algunos establecimientos hosteleros hacen prohibiciones arbitrarias en las terrazas.
Vengo algunos findes.
Yo antes venía a disfrutar, pero desde que tengo miedo de salir con mi perra, mi fiel compañera, porque siento la hostilidad ya no disfruto. Por el hecho de salir con ella les hago presumir, señores policías, que seguro que estoy haciendo algo malo.
No me ha pasado esto jamás en mi vida, en diez años, lo juro.
Jamás me han llamado la atención, jamás ha frenado una patrulla local o de Nacionales para pasar despacito, al acecho, intimidando, a nuestro lado, para mirarnos detenidamente, sospechando, buscando delito. Jamás me han dicho que mi perra no puede estar en una terraza bajo mis cuidados y responsabilidad, atada, sin siquiera ladrar, molestar, ni moverse de mi lado, no como tantos niños maleducados, por ejemplo. INAUDITO.
Rincón perrófobico, lo siento, en mi opinión sí.